“India no es una, son muchas; si alguien trata de generalizar y decir que aquí algo es siempre de una manera u otra, se equivoca”. Ésta fue una de las primeras cosas que nos dijo nuestro guía nada más llegar a la India. Y la verdad es que es cierto: es imposible describir este gran país sin entrar en detalle. Cada una de sus ciudades y regiones son únicas, y conforme el viaje se desarrolla, todo cambia a tu alrededor.
Además, el subcontinente es tan grande que en dos semanas es imposible verlo en su totalidad. Por eso en este viaje nos centramos en recorrer una parte del norte del país, visitando Delhi, Varanasi, Agra y algunas de las ciudades más importantes del estado de Rajastán.
Empezamos en Nueva Delhi, donde coincidimos con Ana y su familia, de parada allí desde los Himalayas antes de continuar su viaje hasta Maldivas. Esto nos permitió pasar un día juntos, descubriendo la capital del país, y la segunda ciudad más grande de la India.
Para aquellos que visitan la India por primera vez, vale la pena empezar el viaje en Delhi. Tal vez no llame tanto la atención como otras zonas del país, pero tiene algunos lugares que merece la pena visitar, y permite ir aclimatándose poco a poco a las diferencias culturales.
Durante nuestro día en Delhi disfrutamos de un tour panorámico de la ciudad, empezando por la imponente mezquita de Jama Masjid.
Después nos dirigimos hacia el templo sikh de Gurudwara Bangla Sahib para conocer las costumbres de esta interesante religión nacida en el siglo XV.
El momento más divertido fue cuando nos adentramos en la Vieja Delhi en tuctuc, recorriendo sus estrechos callejones repletos de pequeñas tiendas, vendedores, carros, cables…
Montamos en tuctuc hasta llegar al mercado de las especias, donde paseamos un rato entre sus tiendas. También pudimos admirar las vistas desde las alturas de una azotea.
Después del ajetreo de la Vieja Delhi, nada mejor que relajarnos en la piscina privada del hotel The Lodhi.
Al día siguiente nos dirigimos hacia Varanasi, la ciudad más sagrada de la India. Varanasi es un lugar que despierta intensas emociones y sensaciones. Una ciudad laberíntica repleta de gente, vacas, perros, carros, motos… Un ajetreo constante que desemboca a la orilla del río Ganges.
Uno de los momentos más interesantes en Varanasi es la ceremonia del Ganga aarti, al atardecer. Los hindúes se congregan en los ghats para esta ceremonia del fuego, en que la luz de las antorchas se ofrece a los dioses acompañada de canciones.
En agosto muchas veces no se puede navegar por el Ganges en barcos pequeños, debido a la crecida del río durante la época de lluvias. Por suerte durante nuestra estancia el río estaba suficientemente bajo como para navegar. De este modo pudimos admirar el aarti desde el río. Fue uno de los momentos más especiales de nuestro viaje.
Al terminar la ceremonia aarti navegamos un rato tranquilamente por la orilla de la ciudad y posteriormente recorrimos algunas de las calles más transitadas de Varanasi. Después de este paseo por las bulliciosas calles agradecimos la tranquilidad del Nadesar Palace, un antiguo palacio reconvertido en un elegante hotel boutique, un oasis en la ciudad con un servicio excelente.
Cerca de Varanasi se encuentra Sarnath, un lugar muy importante para el budismo. Allí se encuentra la estupa de Dhamek, que se alza en el lugar donde se cree que Buda predicó su primer sermón a sus cinco discípulos. Junto a la estupa se ubica el templo budista de Mulagandhakuti Vihara, así como un templo jainista.
Tras nuestra visita a Varanasi volamos hacia Agra, la antigua capital del Imperio mogol.
Allí visitamos el famoso fuerte, un imponente vestigio de la dinastía mogol y un lugar lleno de historia. Aquí fue donde Shah Jahan, constructor del Taj Mahal, vivió encerrado por su hijo durante 8 años. Desde allí, el emperador observó el Taj Mahal - el mausoleo que mandó erigir para su esposa preferida, Mumtaz Mahal - hasta el día de su muerte.
En Agra también vale la pena visitar el mausoleo de Itimad-Ud-Daulah, conocido como Baby Taj por la influencia que tuvo en este famoso monumento, en especial en cuanto al uso del mármol blanco e incrustaciones de piedras semi-preciosas.
Nuestra última visita fue la más importante: el Taj Mahal, sin duda el lugar más emblemático de la India.
El Taj Mahal es un monumento único en el mundo, y gracias a los conocimientos de nuestro guía - ¡y a un buen madrugón! - pudimos ser las primeras en entrar y disfrutar de la vista de este increíble lugar completamente solas. Fue una experiencia realmente mágica.
De camino a Jaipur aprovechamos para visitar Fatehpur Sikri, la Ciudad de la Victoria, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Un impresionante complejo construido por el emperador Akbar en el sigo XVI y abandonado poco después por falta de agua.
Dejamos el estado de Uttar Pradesh para adentrarnos en el Rajastán, el reino de los reyes que resistieron las incursiones musulmanas durante siglos. Empezamos nuestro recorrido en Jaipur, la capital del estado.
Jaipur es conocida como la Ciudad Rosa; las calles principales del casco viejo se pintaron del color de la terracota para recibir al Príncipe Alberto de Inglaterra en 1876. Desde entonces, este es un rasgo característico de la ciudad.
Vale la pena pasear por el centro histórico para admirar el color de sus fachadas.
En Jaipur destacan el observatorio astrológico y el palacio, sede del maharajá todavía a día de hoy. Gracias a nuestros contactos, pudimos acceder a zonas privadas del palacio, una experiencia de lo más especial.
A pocos kilómetros de la ciudad se encuentra el fuerte de Amer, un lugar sorprendente al cual se puede acceder en elefante, ¡sin duda un ascenso de lo más singular!
Durante nuestra estancia en Jaipur nos alojamos en el Rambagh Palace, antigua residencia del maharajá y un lugar lleno de historia. Vale la pena recorrerlo de la mano de su historiador para conocer todos los detalles que esconde.
Nuestra siguiente parada en Rajastán fue Udaipur, la Ciudad de los Lagos.
Udaipur es un lugar tranquilo donde se respira mucha paz. El lago Pichola es el centro de esta ciudad, llamada la Venecia del Este.
En Udaipur, el hotel Taj Lake Palace es una parada obligatoria. Este palacio del siglo XVIII situado en el centro del lago es un lugar muy especial y lleno de encanto al que sólo se puede acceder en barca.
Allí nos hospedamos en la suite histórica Sajjan Niwas, construida por el Maharana Sajjan Singh a finales del siglo XIX.
Este palacio es un lugar lleno de historia; un alojamiento tranquilo, con un servicio excelente, donde nos hicieron sentir muy especiales gracias al trato cálido y lleno de detalles que recibimos.
Por la noche nos sorprendieron con una cena privada en una de sus terrazas; fue una experiencia inolvidable.
Al día siguiente, además de visitar el palacio de la ciudad, residencia actual del Maharana de Udaipur, también aprovechamos para callejear hasta el mercado.
Nos despedimos de Udaipur para adentrarnos en una zona rural de Rajastán, en las montañas Aravalli. De camino hacia el hotel RAAS Devigarh nos detuvimos en los templos de Sas y Bahu, un conjunto muy interesante del siglo XI.
En RAAS Devigarh pudimos desconectar y disfrutar de un entorno rural tranquilo y pintoresco. El alojamiento combina la arquitectura tradicional con interiores sobrios y llenos de encanto. Es un lugar ideal para relajarse alejados del bullicio de las ciudades.
Al día siguiente, de camino al hotel Mihir Garh, visitamos el templo jainista de Ranakpur, famoso por sus 1444 columnas, cada una de ellas única y singular en su diseño.
Mihir Garh es un exclusivo hotel boutique que cuenta con tan sólo 9 suites. Se inspira en la arquitectura de las antiguas fortalezas y fuertes, con un diseño basado en el estilo de Jodhpur. Es un lugar íntimo, tranquilo y acogedor.
Al estar ubicado en una zona rural muy remota, desde Mihir Garh es fácil acercarse a las comunidades locales y conocer a los bishnoi, un grupo religioso extremadamente pacífico que se caracteriza por su gran respeto hacia los animales y el medio ambiente.
En la zona también viven grandes grupos de antílopes indios, además de pavos reales salvajes.
Desde el Rajastán más rural nos dirigimos hacia Jodhpur, la Ciudad Azul, última parada en nuestro viaje.
A nuestra llegada a la ciudad visitamos el mercado, paseamos por el casco antiguo y aprovechamos para realizar algunas compras.
Al día siguiente nos adentramos en el imponente fuerte de Mehrangarh, un lugar que ofrece hermosas vistas sobre la ciudad y sus características casas azules, y posteriormente visitamos el mausoleo de Jaswant Thada.
Durante nuestra estancia nos alojamos en el hotel Umaid Bhawan Palace, palacio del actual maharajá y sin duda uno de los lugares más emblemáticos de Jodhpur. Un broche final excepcional para terminar nuestro viaje.
India es sin duda un país único y sorprendente que no deja indiferente, ¡un destino que hay que visitar al menos una vez en la vida!