El espacio central de una casa como lugar de relación es algo más que una secuencia del tránsito desde lo íntimo a lo compartido. En Atrio este lugar de referencia es, sobre todo, la representación espacial de su experiencia.
Si el deseo de recibir bien es el fundamento que propicia la actitud para disfrutar, como lo es el deseo nunca satisfecho, si el juego de manifestaciones sensoriales en la práctica gastronómica tiene detrás la constante aspiración de excelencia que caracteriza al equipo de Atrio, el placer de habitarlo es la mejor prueba de su singularidad.
El enclave justo forma parte de una escenografía de la memoria del pasado y las secuencias lentas de aproximación al volumen del edificio muestran un desarrollo canónico, sencillo y unitario, siempre armónico con el entorno próximo.
El interior se abre a espacios coordinados con exquisita naturalidad doméstica.
El tiempo, al transcurrir, ofrece la capacidad de ejercitar la mirada desde juegos de luces cambiantes con reflejos, asimetrías y transparencias, con materiales, texturas y colores, orientados hacia perspectivas reales o ilusorias, ambientando el confort y dilatando la visión desde la proximidad más íntima hasta paisajes distantes desde un clima sereno.