Jordania no es un país que tuviera en mente, la verdad es que no me llamaba especialmente la atención. Supongo que por este motivo me sorprendió tantísimo, y tan gratamente.
Mi viaje empezó con un vuelo directo de 4 horas de Barcelona a Ammán, y la verdad es que se agradece poder viajar cómodamente sin tener que hacer escalas.
Nada más llegar a Ammán te sientes en otro mundo, un mundo de lo más exótico pero a la vez muy muy seguro. Además, los jordanos son gente muy amable y el trato es simplemente excelente.
Una cosa que me sorprendió fue el frío que hacía. Era el mes de enero y las cimas de las montañas estaban nevadas, algo que uno tal vez no se espera en Oriente Medio. Sin embargo si vuestro sueño es bañaros en el mar Muerto no os preocupéis, allí hace buen tiempo todo el año. Curiosamente de Ammán al mar Muerto hay tan sólo 45 minutos en coche, pero siempre hay como mínimo 15ºC de diferencia.
Siguiendo con Ammán, aunque no es una ciudad especialmente interesante, vale mucho la pena adentrarse en el barrio antiguo para pasear por el mercado, apreciar el ambiente de la ciudad y disfrutar de la gastronomía jordana, que es sencillamente espectacular. Además, tenemos la suerte de conocer los mejores restaurantes tradicionales de la ciudad, y os puedo asegurar que allí fue donde probé el mejor hummus que he comido en mi vida, ¡y eso sin hablar de los postres árabes!
Al norte de Ammán, a menos de 1 hora en coche, se encuentra Gerasa, una antigua ciudad romana increíblemente bien conservada. Realmente es un lujo pasear por una ciudad antigua de este calibre y prácticamente solo, disfrutando de la historia del lugar.
Mi siguiente parada en Jordania fue la famosa Petra; para la gran mayoría, el motivo principal para viajar a Jordania es visitar esta antigua ciudad. Y verdaderamente no es para menos.
Gracias a los privilegios que tenemos en BRU&BRU, llegamos a Petra a las 6h de la mañana y pudimos entrar los primeros. Pese al frío, hacía un día espectacular, con un cielo completamente azul y limpio. Poco a poco, nos fuimos adentrando progresivamente en el yacimiento arqueológico, completamente solos. Una experiencia mágica.
Me hacía especial ilusión ver El Tesoro (será por la influencia de Indiana Jones), sin embargo hay muchísimo más por ver en la ciudad antigua. Se trata de una ciudad muy grande y para conocerla a fondo se necesitan dos o tres días. Entre las maravillas que allí se encuentran hay incluso un anfiteatro completamente excavado en la roca. Una verdadera maravilla.
Al día siguiente nos dirigimos a Wadi Rum, un lugar espectacular. Una vez allí se te olvida que estás en el planeta Tierra y te encuentras en Marte, el planeta rojo, completamente aislado, rodeado de dunas y montañas rojizas que contrastan con el increíble cielo azul.
Además de admirar la belleza del desierto, hay mil actividades por hacer: tirarte por las dunas, pasear en camello, conducir un 4x4 o un quad, conocer a los beduinos que allí habitan, admirar la belleza del lugar desde las alturas, con un vuelo en globo…
En Wadi Rum hay gran cantidad de campamentos donde pasar la noche, pero nuestro campamento es el que más se adentra en el desierto y sin duda alguna es el más exclusivo. Está compuesto de sólo 6 tiendas y puede reservarse al completo si se desea. Nada más llegar allí, pude disfrutar de una mágica puesta de sol mientras tomaba una copa de vino. Por la noche sirven cordero cocinado a la manera tradicional, cocido poco a poco bajo tierra. Una delicia.
En mi última parada en Jordania pude disfrutar de una experiencia sin igual: experimentar la increíble sensación de flotar en el mar Muerto. Sin duda es el lugar ideal para terminar este increíble viaje.