A lo largo de varios años he tenido la suerte de viajar tres veces a Cuba, y durante estos viajes he podido apreciar los grandes cambios que ha ido viviendo este país caribeño. A pesar de los cambios, hoy en día los habitantes de Cuba todavía desprenden lo mismo: autenticidad, cultura, orgullo, curiosidad…
No hace falta decir que dentro de la isla hay muchos mundos y todos muy distintos entre ellos. Sin embargo cuando pienso en Cuba siempre me invade la mezcla de aromas presentes en el ambiente: papaya, hojas de tabaco, ron… Estos exóticos aromas siempre van acompañados de música, omnipresente en Cuba y muy importante en la cultura del país. Eso sí, no sólo se escuchan el son, la salsa y el reggaetón, sino que paseando por la calle podréis apreciar muchísimos estilos.
En La Habana la vida se vive en la calle. Paseando por esta ciudad llena de encanto es fácil ver sillas y mesas fuera, donde la gente se reúne para hablar y pasar el rato, creando así una gran sensación de comunidad, con un vínculo muy grande entre los habitantes.
A lo largo de los años se ha ido despertando un movimiento de artistas jóvenes muy interesante, y ahora es fácil ver un gran número de galerías de arte, algo que hace unos años no era habitual.
En Cuba, y en La Habana especialmente, la gastronomía es muy importante; no se basa tanto en la variedad, sino en saber aprovechar los ingredientes autóctonos y en disfrutarlos en familia y con amigos, combinados con una buena botella de ron - no sin antes tirar el primer chorro de la botella en un rincón de la casa, para la Virgen del Cobre -. Cuba es un país complejo, de contradicciones, donde encontramos una situación política complicada pero con gente muy formada, muy hospitalaria y muy sociable; les encanta recibir gente en casa, compartir la comida y relacionarse con ellos.
Probablemente por este motivo, y también para ganar un dinerillo extra, en La Habana son muy habituales los “paladares”, casas particulares donde los habitantes reservan una o dos habitaciones para servir comida, como si de un pequeño restaurante privado se tratase. Comer en uno de estos “paladares” es una experiencia única, y la verdad es que se nota el cariño con el que se ha preparado la comida.
A parte de los “paladares”, una de las mejores experiencias que viví en La Habana fue en la plaza del capitolio. Allí había un fotógrafo con una cámara antigua de más de 100 años y que todavía funcionaba. Hoy aún guardo con cariño las increíbles fotos que nos sacaron.
Más allá de La Habana, con su encanto decadente, y de las maravillosas playas de arena blanca, Cuba es una isla preciosa con paisajes interiores increíbles. A un par de horas por carretera de la capital se encuentra el valle de Viñales y Pinar del Río, una zona tabaquera y guajira preciosa donde realmente podemos apreciar la vida en la calle y en las plazas. Es muy fácil pasar la tarde sentada con un abuelo de 70 años, hablando de la vida. Viniendo de La Habana se aprecia el enorme contraste que hay entre la ciudad colonial y esta zona rural, de gran belleza paisajística. Sin duda la mejor manera de disfrutarlo es con una pintoresca ruta a caballo.
Con los años Cuba se ha ido masificando, y hay zonas en la costa que han perdido su antiguo encanto. Por suerte quedan algunas perlas fuera de los circuitos habituales, como Cayo Coco, una increíble reserva de pelícanos rosas con preciosa playas vírgenes protegidas y una naturaleza sorprendente. Antes de llegar a los Cayos vale la pena hacer una parada en Trinidad, una hermosa zona del interior, muy bien conservada y muy auténtica.
En este paraíso caribeño puede suceder lo inesperado: puedes empezar el día conduciendo un quad en medio de los Cayos y encontrarte con un campesino en un tractor destartalado, y sin saber cómo, acabar compartiendo un trago de exquisito ron con él, bebiéndolo de una dudosa lata. De hecho, los cubanos son muy habilidosos y resolutivos; han aprendido a adaptarse a los medios que tienen y conseguir que funcione. ¡Es fácil ver más de un coche destartalado y preguntarse cómo sigue funcionando!
Cuba es sin duda un destino obligado, eso sí, hay que llenarse de paciencia, olvidarse del concepto europeo del tiempo y simplemente disfrutar de este estilo de vida tranquilo y relajado, y tomando las sorpresas con mucho humor.