Mi aventura en Sudán comenzó en Khartoum, la capital del país. Durante la primera mañana empezamos a descubrir su riqueza cultural e histórica visitando algunos museos y casas antiguas para acercarnos después a la confluencia del Nilo Blanco y el Nilo Azul, un lugar sorprendente donde se encuentran dos ríos de colores diferentes.
Por la tarde vivimos un momento mágico al presenciar un entierro en el cementerio Hamad Al Neil, donde todos los viernes se repite la ceremonia de los dervishes giradores, todo un espectáculo. A través de las danzas y cánticos de los asistentes saltan a la vista las raíces africanas de este pueblo musulmán. Sin duda esta experiencia se hace todavía más especial cuando te das cuenta de que eres el único occidental que se encuentra allí, ya que se trata de una ceremonia muy auténtica.
En un momento estás rodeado por altos africanos de caras amables, llenas de sabiduría, que se acercan, te sonríen, y te incluyen en su ceremonia. Sin duda esta experiencia contrasta con la idea que tenemos del Sudán, de peligrosidad y rechazo. Siendo mujer, me acogieron de maravilla y me sentí muy segura durante todo el viaje.
Además, hay muy pocas restricciones y no hay aglomeraciones. Eso hace que puedas acercarte a grandes monumentos históricos, tocarlos, y encontrarte completamente solo en lugares increíbles.
Una de las mejores experiencias es adentrarse en la Necrópolis Real de Meroe al amanecer; admirar la salida del sol entre las ruinas de más de 40 pirámides es algo espectacular. Y verlo completamente solo es todo un privilegio. Lo mismo sucede cuando paseas por el Templo del Sol durante el atardecer.
Más allá de sus increíbles vestigios arqueológicos, Sudán está lleno de sorpresas. Disfruté especialmente paseando por sus mercados llenos de vida, viendo el día a día de la gente entre las tiendas, las telas y las cabras. Allí no se puede hacer ninguna foto ya que no les gusta, ¡pero si les caes bien puedes acabar subido en la moto de uno de tus nuevos amigos!
Al día siguiente cruzamos el río en ferry para acercarnos a Karima y a The Nubian Rest House, un lugar precioso regentado por Gianna, una persona encantadora que nos hizo sentir como en casa en este pequeño oasis lleno de encanto.
Karima es un lugar ideal desde el cual realizar diferentes excursiones: descubrir templos, salir en barco por el Nilo, visitar la casa de una familia nómada o acercarse a Dongola, un bonito pueblo de casas blancas decoradas con dibujos de flores que representan el estatus de cada una de sus familias.
Vale la pena pasear por el bosque de árboles petrificados que se encuentran cerca de la Necrópolis de Napata, y visitar el sitio arqueológico de Nuri durante la puesta de sol para admirar sus pirámides, muy parecidas a las egipcias.
Despedimos nuestra estancia en The Nubian Rest House con una noche de música y baile de lo más auténtica.
De vuelta a Khartoum pudimos ver una boda y al llegar a la capital vivimos nuestra última experiencia sudanesa: ¡lucha libre en el estadio! Fue una despedida ideal para un viaje lleno de experiencias sorprendentes.