Marruecos es un país que sorprende. Enseguida te adaptas al ritmo de sus ajetreadas y maravillosas ciudades, y quedas fascinado por las cambiantes montañas del Atlas y el característico desierto del Sáhara.
A nuestra llegada a Fez, nos dirigimos al encantador Riad Fes, un auténtico riad ubicado dentro de la medina más grande del mundo y al que se llega a través de un cuidado jardín. De ambiente relajado y tranquilo, ofrece una de las mejores vistas de la ciudad desde su rooftop bar.
Fez es conocida como la ciudad cultural de Marruecos, donde se fundó la primera universidad en el mundo, y pasear por su medina es adentrarse en un laberinto de callejuelas, tiendas, olores y sabores. ¡Cada rincón es único!
Tras un día repleto de visitas y compras, relajarse en la piscina del Hotel Sahrai es todo un lujo. Al estar situado a las afueras de la medina, permite desconectar del bullicio de Fez.
Nuestra aventura continuó por carretera hacia el sur, a través de pintorescos paisajes y las imponentes montañas del Atlas, hasta llegar al Sáhara, el desierto más grande del mundo.
Sus formaciones y colores te dejan asombrado, como la sensación de pisar la fina arena al escalar una de sus dunas.
Allí vivimos algunas de las experiencias más auténticas: pasear a lomos de un dromedario para ver la puesta de sol, atravesar dunas y llanuras con nuestro guía en 4x4 o disfrutar de la hospitalidad de los nómadas bebiendo té en sus sencillas cabañas.
Finalmente nos dirigimos hacia la antigua capital del país, Marrakech. Nada más llegar uno se puede dar cuenta de que Marrakech es diferente al resto de ciudades de Marruecos.
El tráfico es incesante, repleto de motos, taxis y carruajes, las calles y jardines están llenos de vida, los zocos rebosan con sus tenaces vendedores dispuestos a ofrecerte sus artesanías, productos locales y objetos de todo tipo, y te encuentras lugares tan emblemáticos como la plaza de Jemaa el Fna o la mezquita Koutoubia.
Por la tarde decidimos relajarnos en la piscina privada de nuestro riad, el Royal Mansour, ubicado a escasos pasos del centro, en un precioso jardí, y con todas las comodidades que uno pueda imaginar.
Vale la pena pasear de noche por la famosa plaza de Jemaa el Fna, un espectáculo de gente donde locales, turistas, shows, música, bailes, olores y sabores se fusionan para crear una perfecta armonía.
Visitar Marrakech es fácil y agradable, sus zocos te atraen y te animan a perderte entre sus puestos y a negociar con sus comerciantes, los monumentos de la ciudad son auténticas obras de arte y sus jardines son un placer para cualquier amante de la fotografía.
Nos despedimos de Marruecos cautivados por su historia, ciudades y paisajes, pero sobretodo cautivados por su gente y la amabilidad y hospitalidad que nos brindaron.
Ojalá volvamos pronto. Insha'Allah!