China me sorprendió positivamente y es que lo mismo que tiene de grande, lo tiene de impresionante. Es un país que tiene mucho que ofrecer, ¡y eso que sólo he conocido una pequeña parte del país!
Primera parada: Hong Kong, ¡un paraíso para urbanitas!
Una ciudad cosmopolita de la China, paraíso del shopping, en Hong Kong hay un centro comercial cada dos manzanas, se respira el glamour y la clase pero a la vez es auténtica, colorida y local. Sus calles desbordan de vida: empresarios que leen la prensa a primera hora de la mañana, ancianas con cestos de la compra en busca del mejor producto fresco, adolescentes inmersos en sus teléfonos móviles, tranvías centenarios que contrastan con los imponentes rascacielos y multitud de puestos de comida, ¡mucha comida!
Una de las cosas que no te puedes perder en Hong Kong es nuestro foodie tour de la mano de un local, ¡el paladar no da abasto de tal explosión de sabores!
Esta ciudad china puede parecer caótica, pero hay una armonía que percibirás enseguida si has visitado otras capitales asiáticas.
Uno de los puntos que no pueden faltar en tu visita a la ciudad cantonesa es Victoria’s Peak. Una colina de 552 metros de altura desde la cual se puede admirar la mejor panorámica de toda la ciudad y de las cerca de 300 islas que la rodean… Las vistas son sencillamente impresionantes.
Al pico se puede acceder en coche o en tranvía; si quieres pasar un rato divertido, mucho mejor el tranvía, ya que la pendiente es bastante inclinada. Si quieres algo más tranquilo e ir disfrutando del entorno, el coche es tu opción.
Durante mi estancia en Hong Kong tuve la suerte de alojarme en un hotel del grupo Swire, el innovador y exclusivo The Upper House. Un hotel en el que menos es más, y cada detalle cuenta.
Mis recuerdos favoritos: las vistas al puerto y el desayuno; ¡con los mejores huevos benedictinos que he comido en toda mi vida!
Podría seguir hablando y escribiendo durante horas de esta excitante ciudad china, ¡pero prefiero dejaros alguna sorpresa!
Dejamos Hong Kong atrás, y en un vuelo de 2 horas llegamos Hangzhou, una ciudad que aunque no lo parezca alberga más de 9 millones de habitantes.
El lago del Oeste es sin duda el highlight de la ciudad, y es que por algo fue descrito por el célebre mercader Marco Polo como “la más elegante y suntuosa del mundo”.
Pasear por sus agradables caminos entre jardines y templos milenarios es sinónimo de remanso de paz, y son muchos los poetas y artistas que se han inspirado en estos paisajes.
Como anécdota curiosa, a los chinos les encanta hacerse fotos con occidentales, y como es un lugar tan admirado por los locales, llegan turistas de todas partes del país. Allí me sentí casi como una celebrity, ¡muchas chicas querían sacarse fotos conmigo!
En la calle no puede faltar la street food. Deliciosos noodles, brochetas de gambas y de todo el marisco que te puedas imaginar. El plato más popular entre los asiáticos son los chicken fingers, ¡pero eso ya es para los más valientes!
Para retirarse a un entorno lleno de misticismo y de paz envolventes, nada mejor que alojarse en Amanfayun: serenidad espiritual. Más que un hotel, es la recreación de una tradicional aldea rodeada de campos de té, donde monjes y huéspedes comparten el camino a los templos.
Nuestra siguiente parada fue Chengdú, en la provincia de Sichuan, una ciudad que haciendo honor a su nombre “perfección”, combina tradición y modernidad de una simbiótica manera: casas tradicionales de madera entre la proliferación de edificios modernos y centros comerciales.
Además, Chengdú es famosa por ser el hogar de los osos panda, estas adorables criaturas en peligro de extinción.
El encuentro con nuestro primer panda fue un momento mágico en el que me di cuenta de la fragilidad de estos animales. Estar cara a cara con ellos fue algo mágico, y es que uno no tiene la oportunidad de admirar estos entrañables animales todos los días.
Tuvimos la suerte de ver a cinco osos panda adultos en plena acción, pero hay que visitarlos bien pronto por la mañana ya que es cuando están más activos y más comen; luego se vuelven perezosos y se pasan largas horas durmiendo.
¡Y los cachorrillos son para derretirse! De hecho, al ser más vulnerables al entorno exterior, se resguardan en una zona acristalada desde donde podemos observarlos.
La provincia de Sichuan es conocida por su gastronomía, con el picante como protagonista principal. Se dice que uno no se puede ir de Chengdú sin haber probado el típico hot-pot.
Se trata de una especie de sopa de lo más picante que se calienta por un curioso mecanismo de fogones integrados en la mesa. ¡La experiencia no tiene desperdicio! Pedimos todo tipo de verduras, carne de ternera muy fina y algún tipo de pescado. Todo se va poniendo poco a poco en la sopa, de modo que se va cociendo y te lo vas comiendo con palillos poco a poco. ¡Sólo apto para valientes! Aún recuerdo que sentí el efecto del picante durante horas.
Y uno de los mejores momentos en Chengdú, a parte de conocer a los osos panda, fue relajarnos en el spa del hotel The Temple House. Un santuario al bienestar, una inyección de rejuvenecimiento donde, en 60 minutos, me transporté de la tierra al cielo.
The Temple House hace honor a su nombre:, un templo en medio de la ciudad, un hotel que ha marcado un antes y un después en la ciudad de Chengdú, elegido mejor hotel de Asia en 2017, un premio bien merecido.
Y por último… ¡Llegamos a Shanghai, nuestra última parada en China!
En comparación con mi última visita a la gran metrópolis, pude apreciar un importante cambio en la ciudad. ¡El ritmo de crecimiento es asombroso!
Nos alojamos en la torre que alberga el Hotel Jing An Shangri-La, en la zona oeste de Shanghai que a pesar de estar más retirado del bund, es la zona que más está creciendo entre los locales.
Ideal para gente joven, muchísimo ambiente, restaurantes cool, bares con música en directo… Una zona que no tiene nada que envidiar al concurrido centro de Shanghai.
El skyline desde el bund es una de esas instantáneas que me siguen maravillando. ¿De día o de noche? Difícil elección…
Pero no todo es el bund y la Pearl Tower… Me encantó pasear por sus “Narrow Alley” y “Wide Alley”, llenas de flores, adentrarme en las callejuelas repletas de tiendecillas con encanto, de bohemios artistas y diseñadores vanguardistas, perderme entre los puestos de comida ambulante y originales dim sums…
Allí también disfruté de una de las experiencias más divertidas en Shanghai: ¡ir en bicicleta!
Desde luego China sorprende… ¡Y mucho!