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Escondida y sin alzar demasiado la voz, al sureste del continente europeo se encuentra una joya desconocida: Bulgaria.

Bulgaria, la herencia de los tracios

Mi primera toma de contacto con Bulgaria fue Sofía, su capital, con más de siete mil años de recuerdos en sus bolsillos.
Sofía es una de las ciudades más desconocidas y antiguas de Europa, con una trayectoria histórica más larga que París o Roma. En su momento, fue conquistada por varios imperios que han dejado huella en ella, como si de capas se tratase, y eso se palpa al pasear por sus calles.

Sofía, “sabiduría” en griego, es testigo de muchas historias y, aunque todavía se note su pasado frío y soviético, los locales se esfuerzan por acercarse al visitante.
Recuerdo con mucho cariño a Alex, quien nos mostraba con orgullo los vinos regionales en su carismática tienda de delicias búlgaras.

Bulgaria, la herencia de los tracios
Bulgaria, la herencia de los tracios
Bulgaria, la herencia de los tracios
Bulgaria, la herencia de los tracios

Más allá de su capital, Bulgaria es una región rica en historia y cultura, que oculta numerosos tesoros. Durante mi trayecto, tuve la suerte de conocer uno de ellos, situado a orillas del río Maritsa, al sureste de la capital búlgara. Se trata de Plovdiv.

Plovdiv es una ciudad más antigua que Atenas y Roma, que goza de increíbles restos arqueológicos de la época romana, ¡es impresionante ver tan de cerca algo que queda tan lejos en el tiempo!

Es durante las noches de verano cuando la ciudad brilla en todo su esplendor, llenando el Gran Teatro Romano de representaciones teatrales y conciertos.

 

Bulgaria, la herencia de los tracios
Bulgaria, la herencia de los tracios
Bulgaria, la herencia de los tracios

Al oeste del país, continuando el camino, me recibió Rila, ciudad que acoge uno de los iconos turísticos principales de Bulgaria. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, el Monasterio de Rila pone el país en el mapa turístico.

Construido en el s.XIV, ha sido considerado como el centro espiritual de Bulgaria, ¡se siente la energía nada más llegar! Quizás sea esta la razón por la que el Monasterio se encuentra perdido en medio de un frondoso bosque, al que accedemos a través de una sinuosa y estrecha carretera, y queda escondido en todo lo alto, haciéndolo aún más místico y especial.

Bulgaria, la herencia de los tracios

La ruta me llevó a mi último destino, y el que acabó siendo para mí una de las maravillas del país: el Valle de las Rosas.

En el corazón del país balcánico, el Valle de las Rosas es el territorio donde se concentra la mayor producción búlgara de rosas desde hace siglos, floreciendo en abundancia desde finales del mes de mayo hasta principios de junio.

Desde tiempos inmemoriales, las rosas búlgaras han sido muy preciadas y codiciadas por sus propiedades cosméticas y también por su exquisito aroma.

Durante estos días de primavera, tuve el gran honor de presenciar la recolección de rosas, una celebración única y mágica, internacionalmente conocida. La rosa es el símbolo de Bulgaria y durante esos días, todo se tiñe de rosa llenándose de tradición, acompañado de música, bailes y platos típicos del país donde se puede degustar el típico lokum o banitsa. Se siente el fervor y entusiasmo por todos sus rincones!

Bulgaria, la herencia de los tracios

En definitiva, Bulgaria me ha causado una gran sensación y me ha despertado las ganas de descubrir más!

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