La Amazonia cubre hasta 6 millones de kilómetros cuadrados repartidos entre nueve países, siendo Brasil y Perú los que poseen una mayor extensión.
No hay carreteras que se atrevan a adentrarse, sólo se puede llegar en avión o en barco. A pesar de los intentos de las empresas taladoras, la jungla todavía consigue impedir que se abran caminos.
Nada más bajar del avión, la humedad y el calor me impactaron, aunque me fui acostumbrando a medida que fui avanzando por las calles de Iquitos.
La ciudad vivió su esplendor económico gracias al comercio del caucho, que se extraía de los árboles que cubren la extensa jungla.
Al llegar al puerto, ahí estaba el que sería mi hogar durante 4 días, la sobria y elegante Aria, una embarcación de Aqua Expeditions que surca las aguas a través de la Reserva Nacional de Pacaya-Samira (ramales de los dos mayores afluentes del Amazonas, el Ucayali y el Marañón) y donde viviría sensaciones irrepetibles.
Los camarotes, de cuidada decoración y repletos de detalles, presumen de tener unos maravillosos ventanales que permiten disfrutar del paisaje en cualquier momento.
La cubierta también es un apacible lugar para contemplar el entorno, que invita a la meditación y la relajación.
Una vez dentro de la reserva hay que usar embarcaciones más pequeñas que permiten adentrarse en los canales de exuberante vegetación en silencio, para localizar las aves casi como si de una emboscada se tratase.
El segundo día, antes del amanecer, salimos en las embarcaciones para disfrutar de un desayuno único. Tuvimos la suerte de avistar un oso perezoso, acercarnos a un simpático grupo de niños, ¡e incluso pescar pirañas!
De hecho, la selva amazónica peruana es una de las áreas con mayor biodiversidad y especies endémicas en el planeta. Tal es su riqueza que en el año 2011 fue declarada como una de las siete maravillas naturales del mundo.
En este lugar tan increíble me impresionó especialmente la luz: los atardeceres son intensos, cargados de energía, la naturaleza que te rodea es abrumadora y nos recuerda lo vulnerables que somos ante nuestra madre Tierra, y a la vez cuán desagradecido puede ser el ser humano.